sábado, 3 de noviembre de 2012

La silla roja. Llenarla sigue siendo una utopía.

Opinión.

  • La cantidad de niños sin escolarizar en el mundo es inaceptable en una sociedad como la nuestra.
  • Las ONG han puesto en marcha una nueva campaña de escolarización-
Durante los últimos veinte años, el gran objetivo de todos los países, de todos los gobiernos y de todas las organizaciones ha sido erradicar la pobreza que se cobra tantas vidas al año.

Sin embargo, los buenos propósitos y los pactos que se firman casi todos los días en hoteles lujosos, son solamente papel mojado a la hora de actuar.

¿Cuántas veces hemos oído hablar de pactos, hemos visto imágenes de presidentes en sillones de cuero, sonrientes y con kilos y kilos de buena comida alrededor?

¿Cuántas veces hemos oído cómo los integrantes de dichas convenciones decían que se habían acabado las promesas y que comenzarían a trabajar de verdad?

La única realidad que podemos ver, después de todo lo que nos han vendido, es un continente desolado, derruido, y sin expectativas de futuro. África sigue sufriendo el hambre y la miseria, mientras desde Europa y Estados Unidos, smartphone en mano, nos preocupamos de la crisis.

Día a día las primeras páginas de los periódicos muestran a políticos vestidos con ropa de Gucci, en la puerta de sus palacios, con cara de preocupación y hablando de lo mal que va el país o de la prima de riesgo, desviando de su atención a los niños soldados o a la extrema pobreza.

Los únicos que hacen algo por evitar la terrible situación son las ONG, organizaciones ajenas a los gobiernos y a la política que trabajan activamente gracias a donaciones y de forma altruista, por salvar a la población más desfavorecida.

La última campaña que han puesto en marcha ha sido la de la silla roja, una estrategia publicitaria con la que se pretende que todos los colegios tengan en cada clase una silla de dicho color para solidarizarse con los que no pueden ir a estudiar todos los días.

La principal causa por la cual los gobiernos no donan dinero al continente africano ni paran sus guerras es que reciben un beneficio económico armando a los combatientes y explotándoles en las plataformas petrolíferas.

Además, los propios dirigentes africanos se guardan el dinero que es donado desde Europa y Estados Unidos para fines personales o para la compra de armas con las que parar una posible revolución.

Desde mi punto de vista, la única solución posible a este grave problema que azota al mundo desde su creación es que los ejércitos internacionales expulsen -de manera pacífica- a los dictadores y estos sean juzgados en La Haya.

A partir de ese hecho, empezará una transición, que será larga y dura, pero facilitará un futuro. Hasta entonces, la silla roja cogerá polvo en un rincón de la clase, sin ser ocupada por alguien que la necesite realmente.

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