De El Rocío a la memoria

• Crónica del viaje de fin de curso.
• Los parajes de Doñana albergaron todas las actividades.

Cuando un viaje de  fin de curso se termina, todas las palabras que se pronuncian o se escriben acerca de él son cursis, son tiernas y de dolor porque todo haya terminado.


Sin embargo, yo no creo que deba ser así, creo que debemos irnos de un sitio con la sonrisa de haber pasado los mejores momentos, de haber conocido uno de los lugares más maravillosos de España y de haber descubierto la verdadera personalidad de nuestros profesores.


¿Os imagináis a una mujer, que sabe latín y griego, profesora de Bachillerato, bailando sevillanas, rodando por las dunas de Doñana o siendo una alumna más? Pues esas son las cosas que te enseñan esos viajes.




Realmente, lo menos importante han sido las actividades, ya que, en un principio, la ciudad y el lugar eran lo de menos, sólo pensábamos en la experiencia, aunque , afortunadamente, todo acabó coincidiendo.


Cuando puedes disfrutar a lo grande de una semana como esa, valoras mucho más todo el esfuerzo realizado durante el curso, las horas de estudio, las clases aguantando la risa, todo tiene un sentido mayor a la recompensa de las notas; cuando disfrutas a lo grande de una semana como esa, aprendes de la vida.


Eres consciente de que has quemado una importante etapa de la ESO y de la adolescencia, ya que, pese a que muchos de mis compañeros ya estuvieron en sexto de primaria en el campamento, ahora no es igual.


Ahora, cuando ya has crecido, es mejor la experiencia, tienes más libertad para moverte con tus amigos, más confianza por parte de los profesores y más madurez para que no haya malos tragos en todo el viaje.


No cambiaría nada del viaje, pese a que hubiera opciones más caras o aparentemente mejores, Matalascañas fue lo que hubo, y tenemos que estar contentos de lo que fuera.


En definitiva, que la arena de El Rocío ha dejado un recuerdo indeleble en la memoria.