- El método de propuesta se extiende con la misma rapidez que el debate acerca de su legitimidad.
Cierto es que la nueva medida de protestas no tiene nada que ver, ya que el daño no está dentro de los ánimos de los manifestantes, aunque sí el afán de molestar al político más señalado de la semana.
Para quien no sepa de qué hablamos, los escraches son un nuevo tipo de manifestación, que se produce en las inmediaciones de la vivienda privada de un político, a ser posible en la puerta, y con la intención de recriminarle por sus actos o declaraciones.
Uno de los argumentos que aportan los escrachadores -que suelen ser personas que han perdido o bien su vivienda o su puesto de trabajo-, es que la calle ha dejado de convertirse en un centro de protesta que los políticos tengan en cuenta.
Por algún motivo, el incremento de manifestaciones ha dejado de suponer un sentimiento de miedo o remordimiento, pasando a ser parte de la rutina diaria, por eso, afirman, "hay que ir a mayores."
Lo cual está bien, puesto que la protesta es un derecho fundamental, la queja, un factor más que nos hace humanos y el reproche un acto de desencanto propio de la ciudadanía.
Sin embargo, hay un límite que nunca se debe sobrepasar, y es el de la privacidad, ya que puede que el político a quien se le protesta esté haciendo el peor trabajo posible, puede que, además, falte al respeto al pueblo, pero ni sus hijos ni vecinos tienen la culpa.
Y, por ello, no tienen por qué sufrir una presión en ocasiones exageradas.
La indignación es comprensible, el desencanto, obvio, pero la legitimidad de este nuevo tipo de protesta está cada día más cuestionada. ¿Cuál es su opinión?
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