martes, 26 de noviembre de 2013

Ingobernabilidad catalana


  • Opinión.

El día que llegamos al Congreso, este miércoles 20 de noviembre, fecha bastante relevante en el panorama político nacional, estuvimos hablando Roberto, Israel y yo de política catalana, de independencia, y de otros temas convulsos que salpican la actualidad de la comunidad.

Israel nos miró con cara de circunstancias y nos dijo que no intentásemos entender la política catalana y que, por no enterarse, no se enteraban ni ellos.

Lo cierto es que, desde hace ya varios año, Cataluña ha estado dividida entre independentistas y no independentistas, pero la situación, hasta ahora controlable, se está tornando a un problema institucional, en el que Ayuntamiento y Generalitat se desobedecen y recriminan lo que consideran fallos una y otra vez, jugando a ver quién aguanta más manteniendo la fuerte en un pulso de mancos no lleva más que al estancamiento de la comunidad.

En la plaza de Sant Jaume, la cual visitamos el pasado jueves en lo que fue un tour turístico por Barcelona bastante intenso, coexisten dos edificios que destacan casi más por su belleza que por su importancia -que no es poca-, y que se miran enfrentados a ambos lados de la plaza, en un marco multicultural como es el de esos barrios de la ciudad que un día estuvo dividida en condados.

Seguro que en aquella época -valoraciones sobre la calidad de vida a parte-, era mucho más sencillo gobernar en Barcelona. Lo que decían unos señores iba a misa y no había más que hablar. Si alguien estaba en desacuerdo, tenía que acatar las decisiones.

Ahora, no obstante, el lío de leyes, funciones y poder dentro de la comunidad es tal que, o es desde dentro, o no se puede juzgar una decisión tomada en ninguno de los dos edificios. Por suerte -desgracia para muchas-, ahora coincide el partido que tiene tanto más fuerza en la comunidad como el que tiene las llaves de la ciudad.

El mandato de CIU podrá ser mejor o peor, pero lo cierto es que, de una vez por todas, no hay conflicto entre los poderes.

No obstante, eso no será así siempre, y en el futuro, más temprano que tarde, tendremos otra vez en las noticias las airadas discusiones entre Ayuntamiento y Generalitat que tan difícil han hecho la gestión y gobernabilidad tanto de Barcelona como de Catalunya.


No voy a entrar a valorar quién lleva razón o quien no la lleva, puesto que ni entiendo ni conozco los problemas y puntos a mejorar dentro de Catalunya. Lo único cierto es que, el mayor perjudicado de este choque de orgullos es un pueblo catalán que ya está dividido de por sí.

lunes, 4 de noviembre de 2013

De Hannah a Miley


  • De obsesión de los pequeños a deseo de los mayores.
Hace unos años, cuando los que ahora preparamos exámenes de latín y de química veíamos Disney Channel, una cantante nos llamaba a todos la atención. Se llamaba Hannah Montanna y hacía que chicas y chicos discutiéramos sobre ella.

Mientras que la mayoría de niñas compraban sus discos y cantaban sus canciones, nosotros decíamos que eran tontas y que estaban obsesionadas con ella.

Hannah era la niña modelo de Disney, cabeza visible de cada una de sus campañas y voz de los anuncios con los que pretendía conquistar el mundo.

El canal, bastante nuevo en España, por cierto, y la actriz, crecían a pasos agigantados por nuestro país e, incluso, los carteles con sus actuaciones en Madrid se dejaban notar por las calles del centro.

Era la época de una quinceañera que estaba viviendo su sueño, seguir los pasos de su padre, un rompecorazones de los ochenta que pasará a la historia por sus canciones horteras que intentaban asemejarse al country del sur de Estados Unidos, y triunfar en el cada vez más negocio y menos mundo de la música.

Sin embargo, la carrera de la niña se torció en mitad del camino, precisamente en España, donde dio un giro de 180 grados durante un concierto en el Rock in Rio de Madrid.

Millares de preadolescentes hicieron cola durante horas para ver a Hannah con su cazadora vaquera característica y su melena rubia en el escenario pero, para sorpresa de sus fans y agrado de los padres, salió ante las masas con unos pantalones extremadamente cortos y un escote provocador.

Al Rock in Rio no salió Hannah Montanna, sino Miley Cirus, la que había pasado de niña a joven y quiso dejar claro al mundo que sus años de niña dulce habían dado paso a los de indisciplinada adolescente.

A partir de entonces, sus fiestas y las fotos que se publicaron sobre ellas comenzaron a delatar que su personalidad había cambiado, que, de algún modo o de otro, había pasado de ser ídolo de las hijas a serlo de los padres.

Sus últimos excesos se hicieron públicos la noche de las brujas, un Halloween que terminó de mostrar que, no se sabe si fueron las brujas o la edad del pavo las que se la llevaron, Hannah no volverá a aparecer.