miércoles, 27 de junio de 2012

Llegó Gil, apagó el candil

  • Tras 25 años de mandato de la familia Gil, la situación del Atlético no mejora.
  • Cuando el presidente era Vicente Calderón, los rojiblancos estaban al nivel de los más grandes del mundo.
25 años de decadencia. El Atlético de Madrid no levanta cabeza desde que es una S.A.D, desde que su afición no elige al presidente, desde que corruptos o incompetentes dirigen su economía.

Cuando Vicente Calderón, mejor presidente de la historia del club y persona que da nombre a uno de los mejores estadios de Europa, un empresario lo compró con un reclamo para la afición, Paulo Futre.

El punta, procedente del Oporto, venía de una temporada mágica allá en Portugal, y la oferta de Jesús Gil le satisfizo. Todo parecía perfecto en esta nueva etapa colchonera, pero el dinero de las arcas del club era demasiado tentador.

Poco a poco, los problemas económicos se iban haciendo mayores, los objetivos del club, cada vez más pequeños, solo se mantenía una cosa de la época de bonanza, la afición.


Lo cierto es que nunca se pidió la dimisión del empresario y político, pero allá por los noventa, un hecho revolucionó a la grada.


El presidente y sus consejeros tomaron la decisión de eliminar las inferiores, esas categorías a las que había recurrido el Atleti cuando las cosas iban mal, esa factoría de cracks que tanto le ha dado al fútbol.


A partir de ese momento, todo comenzó a torcerse aún más. El máximo accionista del club fue encarcelado por un escándalo de corrupción allá en Marbella, y poco tiempo después, el equipo descendió.


La dirección técnica había hecho ese verano uno de los equipos más competentes de toda la Liga. Sin embargo, ese catálogo de estrellas no pudo competir con la presión del escudo.


Y para colmo, la única persona que pudo sacar al histórico equipo de la peor situación de la historia, Luis Aragonés, fue despedido por no acabar la temporada en puestos europeos en la primera temporada en la mayor liga española.


En el 2003, Jesús Gil falleció y la responsabilidad recayó en las manos de Miguel Ángel Gil Marín -hijo del difunto- y Enrique Cerezo -su mano derecha-.

Dos años más tarde estalló una bomba imparable. Cuando el entrenador era César Ferrando, el Frente Atlético realizó una propuesta en un entrenamiento. Dos semanas más tarde, los directivos intentaron comprar su silencio.

Entrenadores de la era Gil
La respuesta de la peña más grande del país fue, como era de esperar, un no rotundo.



Para ese momento, el club ya había roto con sus leyendas, nadie que hubiese vivido la época de democracia quería entrar en el nuevo negocio, un negocio negativo, del cual solo ha salido un descenso de dos puntos en la clasificación histórica y seis míseros títulos.
Llegó Gil y apagó el candil, el candil que representaba la mecha atlético. Y el problema es que ya no puede resucitar Vicente Calderón para volver a encenderla.

domingo, 24 de junio de 2012

Contra las maldiciones, Xabi

  • España derrota a Francia con dos goles del tolosarra.
  • La selección avanza así a ñas semifinales de la Eurocopa, donde se enfrentará a Portugal.
Era el día, eran los cuartos, esa ronda a la que ya le perdimos el miedo, pero jamás el respeto. Todos los fantasmas estaban del lado francés, ni una sola victoria ante los galos en partido oficial. Todo era absolutamente perfecto, para romper el maleficio.

Pese a las malas sensaciones en el encuentro frente a Croacia, la roja salió decidida, sin miedo a llevar la iniciativa y tener la pelota. Así, los de Del Bosque encerraron a los franceses en su campo, sin darles opciones para disputar la pelota.

Corría el minuto cinco cuando Cesc Fábregas fue derribado en el área por Clichy. El árbitro no señaló el penalti y el miedo entró en todas las casas del país.

España tocaba y tocaba, pero ni un disparo a puerta daba crédito para pensar que el equipo no estaba gafado, que era el día. Sin embargo, apareció Iniesta en el centro del campo.

El mejor jugador de la presente Eurocopa llevó el peso junto a Xabi Alonso en la medular, y ahí apareció el primer gol.
 
El manchego vio la subida de Jordi Alba, más poderoso que Debuchy en la banda y le filtró un pase perfecto. El lateral llegó al final de la banda, la puso y ahí estaba Alonso para rematar el balón.

Se hizo la locura en el país, donde con silenciar la televisión era suficiente para enterarte de lo que había pasado, donde los gritos sonaron más fuerte que nunca, donde las semifinales se veían a la vuelta de la esquina.

Mientras tanto, España seguía a lo suyo, sin dejarse llevar por la euforia, tranquilos pero sin bajar la guardia. Tanto era así que hasta el minuto treinta y seis Francia no inquietó la meta de Casillas.

En un lanzamiento de falta de Cabaye, Iker se lució con una mano salvadora. Así murió el primer tiempo, con las buenas sensaciones como protagonistas.

La segunda mitad fue algo extraña.  La roja se refugió atrás, sin encerrarse, pero sin correr con tanto ímpetu a por la pelota. Así, con las líneas juntas, apareció Ribery para ver los espacios.

El medio centro se iba siempre a la banda, buscando un centro envenenado al corazón, del área, pero cuando tienes una defensa como la que sacó ayer España, es difícil.

La única ocasión que generaron en la segunda mitad fue un remate de Debuchy por encima del larguero.

A partir de ese momento, los banquillos se movieron, y España dio entrada a Pedro y a Torres para contrarrestar los cambios que antes había hecho Blanc -Nasri y Giroud-.

Y fueron los recambios los que achisparon el ataque. Pedro con sus regates y Torres con los desmarques sacaron a la defensa gala del partido. Buena prueba dio el canario de ello.

A cuatro minutos del final, el jugador del Barça, tras una finta de mención a Rami fue derribado por Debuchy a dos metros de Rizzoli. Penalti claro.

Ese fue el final de Francia. Xabi Alonso, el hombre del partido clavó la pica sobre el cuello de una alimaña que no mordió tanto como se esperaba y que ya está abatida, camino de París.

El siguiente rival será Portugal, ante el cual no quedan maldiciones, pero, habiéndolas o no, con Xabi, la cosa cambia.