lunes, 28 de enero de 2013

Más sonrisas que lágrimas en el Coliseo


  • El musical Sonrisas y Lágrimas arrasa en Madrid liderado por Carlos Hipólito y Silvia Lucheti.
Hace dos años comenzó en Madrid un ambicioso proyecto de musicales, en el cual se vieron involucrados algunos de los teatros más importantes de la capital, con el fin de hacer de Madrid un segundo Broadway.

Así, desde Shrek hasta El Rey León, montones de obras preparadas y montadas en Estados Unidos, han sido compradas y diseñadas íntegramente por equipos españoles, con el fin de triunfar aquí.

En los minutos previos al comienzo del musical, tuve la oportunidad de hablar con el productor de la cadena "Vértigo", productora de sonrisas y lágrimas, entre otros musicales.

Me comentó lo exigente que había sido el casting, los viajes que hubo que realizar para comprar los derechos de la obra y el trabajo que ponían los actores para que quedara de la mejor forma posible.
Lo cierto es que, mientras me lo contaba, pensé que -como es normal-, exageraba su obra para darle algo más de emoción. Cinco minutos después, mi opinión cambió drásticamente.

Con una puesta en escena sublime, era casi imposible no engancharse al transcurso de los actos, y menos aún que éstos no te gustaran. 

Además, cualquiera que haya visto la película, podrá notar que todas las partes densas habían sido batidas, y que, en un par de parpadeos, el telón se estaba bajando, dando pie al descanso.

Un coro de monjas que parecía sacado de una abadía, las voces de los niños que, valga la redundancia, parecían voces blancas, y un toque de humor, hacían al musical digno de los miles de aplausos que se llevó.

Comandados por la inconfundible voz de Silvia Lucheti, que cambió su "look" habitual para interpretar a María, institutriz de los niños, y por la soberbia actuación de Carlos Hipólito, los demás personajes tampoco pasaban desapercibidos, destacando cada uno en algo.

Cuando la actuación cerró el telón, la ovación cerrada que el público del Coliseo dedicó a los actores me hizo pensar que no fui el único que salió fascinado de la sala. Quien sabe si para volver.

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