La selección española empató ayer en Costa Rica dando una muy mala imagen tanto defensiva como ofensivamente.
Ayer, en Costa Rica la selección dio al mundo ejemplo; el ejemplo del poco esfuerzo. Demostró que ya no le importa su imagen, solo esa estrella ganada año y medio atrás. El equipo es prácticamente el mismo pero parecen chavales de veinte años que buscan diversión en campos de fútbol exóticos. En Wembley, el mítico campo londinense donde el Barcelona ganó la Champions allá por mayo, la culpa se le pudo echar a la suerte, pues las ocasiones llegaron y Cesc perdonó el empate a cinco minutos del final; pero en el país centroamericano, no. Un equipo que no participó en la última Copa del Mundo, con jugadores prácticamente desconocidos manejó el partido durante 45 minutos ante la "gran campeona".
Aunque no podemos remitirnos a los dos últimos choques de carácter amistoso, pues ni a Italia (2-1) ni a Argentina (4-1), ni mucho menos a los portugueses (4-0) se les pudo ganar. Equipos técnicamente peores y que derrotaron tanto en Austria como en Sudáfrica, que no debieron suponer ningún problema para los de Vicente del Bosque, les ganaron sin desplegar un buen juego.
En el ecuador de la primera mitad, un error garrafal de Casillas, que superó el récord de internacionalidades que ostentaba Zubizarreta supuso el primer tanto local. Poco después, cuando no había dado tiempo a cambiar la estrategia, un zapatazo de Campbell, jugador del Arsenal condenado al banquillo y que, todo hay que decirlo, pilló a Iker adelantado, hacía que el ridículo comenzara a ser notable.
La segunda parte se caracterizó por su falta de emoción hasta que, en el 82', Silva, que había cargado con el peso de la camiseta, al igual que en partidos oficiales, recortó distancias con un rechace al borde del área pequeña.
Cuando el silbato del colegiado estaba a punto de sonar, un gran cabezazo de David Villa, máximo goleador de la historia de España, blanqueó la negra imagen que dieron los que en su día sorprendieron al mundo con su fútbol.
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